Pensándolo bien

De la noche a la mañana se le dio por hacer pilates, por escuchar esa insoportable música de delfines, por leerse todo Osho, por evitar el maquillaje y hasta por dejar de fumar sus dos cigarrillos diarios. Pero ahí no termina todo. Me hace dejar los zapatos en la puerta, colgar cada camisa y pantalón que me saco, recoger el diario (sí, soy de los que dejan una parte en el baño, otra en la cocina y hasta debajo de la cama) y hasta bañar al perro, aunque sólo tengamos un gato de esos que te caen de arriba. Esto, por ser sintético y no sonar como el típico macho despechado. El problema, el real problema, es que consciente o no ella extendió su cambio radical a mi vida y mi vida dejó de ser eso: mi vida. Ante esa descomunal invasión, siento que me quedan dos opciones, no más: irme o matarla. Pero, pensándolo bien, ¿por qué irme?