La planta misma

Para que su hijo le saque una foto tonta, de esas que gusta colgar en su muro de Facebook, coloca la mano izquierda en la planta carnívora que compraron ayer en la tienda del chinito Wa Lun. La imagen digital capta el momento exacto en que caen dos dedos, su cara se transforma como un papel al que va consumiendo el fuego y su mujer se desploma casi teatral. Hasta la planta misma, vemos claramente, ha quedado con la boca abierta. 

Jesús es el yeti

Está escrito en el piso, junto al parquecito del Acceso. Me quedo un rato leyendo y pensando qué habrá querido decir con eso de “Jesús es el yeti”. Bajo este sol primaveral y el ruido de los autos, no logro concentrarme lo suficiente. Sigo mi caminata, cuidando de mirar cada tanto hacia atrás. No sería la primera vez que una extraña sombra se superponga a la mía. En esos casos, pareciera que un hielo se desliza lentamente por mi espalda. Por las dudas, esta vez me persigno con la derecha.

Sarmiento en 140

Tipo bravo, Domingo; un helvético bold de aquellos. No era lo que se dice un hombre unívoco, esos tibios agitadores de un solo carácter. Era, mal que les pese a sus fiscales, los 140 que se necesitan para pulverizar el bronce y soltar al cosmos esas esquirlas que sostienen cual mantra: todos somos la biografía del otro.