Hoy pienso en Julia

Me desperté pensando en Julia Pastrana. El chiste fácil sería decir que llevaba tres días sin afeitarme y hoy tenía una reunión importante en la empresa. Pero era otra cosa. Sus ojos eran. Nadie reparaba en ellos, en su mirada de pájaro abrumado. Lo lógico era detenerse en esa profusa barba que la rodeaba como un bosque implacable. Sus ojitos decían aquí estoy, hay vida detrás de estos pelos. Supo del amor, o algo parecido, aunque guardaba la triste certeza de que no alcanzaría. Julia había nacido para ser diferente y, hay que reconocerlo, nadie está preparado para eso. Venimos para ser uno más y cuando no se lo es ahí es donde empieza el problema. Algunos matarían por ser diferentes, ella no. Julia hubiera querido una cara como cualquier otra. Una cara lisa, sin más detalles que una boca, unos ojos, una nariz. Pienso en ella y tomo la decisión: hoy no me afeito. Hoy pienso en Julia y sus ojos. Desde una foto ella me mira como desde un espejo saboteado. A mi también me espera un circo, la diferencia es que lo mío es el equilibrio.

Yoko estuvo por aquí

La bolsa es negra, de esas de consorcio. Donde podrían haber ido a parar latas, restos de comida, hojas, por qué no un cadáver bien parecido, sólo hay piedras. Muchas piedras. Se ven con claridad porque la bolsa, arrojada en una acequia, está rota de punta a punta. La lluvia que empieza a caer a esta hora de la tarde produce un extraño efecto sobre las piedras. Perfectamente podría tratarse de una instalación; quizás lo sería de contar con un título. El arte acaba de abrirme una puerta inesperada: pienso “Yoko estuvo por aquí”. 

Ella, el león

Dejó el circo como se deja a una mujer: con la seguridad de que nada es para siempre. Intentó el olvido manejando un taxi, pintó paredes, vendió diarios, probó en el correo. Un día, viendo un documental de la National Geographic, un león miró a cámara y no pudo más. Se quebró como cuando, de tanto en tanto, se encuentra con su ex. Si ella le habla, le habla el león.

Tos del Khumbu

No te suelta. Está con vos día y noche, a toda hora. Es como un espíritu que te toma y hace de vos un ser manejable, sin voluntad, pasible de hacerte bailar como un muñeco vudú o actuar en una bizarra obra de marionetas. Si por un momento creés ingenuamente que te abandonó, falsa señal querido amigo: está agazapada dispuesta a volver a convertirte en una extraña síntesis de rapero y tartamudo. Un médium pasado de copas que transmite en vivo el mensaje en clave de Khumbu, el electrocutado.

Creer (y reventar)


Toca el Buda negro que le acaban de regalar y su vida cambia. Muere.

Aquí no ha pasado nada

En la esquina de Misiones y J. Achaval acaban de chocar una ambulancia y una moto. La ambulancia, que ha quedado dada vuelta, se levanta un tanto mareada y se le va al humo a la moto. A esta todavía no se le va el shock producto del golpe, por eso desde el piso intenta escuchar lo que le dice la otra. La ambulancia le descarga un insulto tras otro hasta que la moto reacciona y con esfuerzo alcanza a decirle: “¿Qué te pasa, tarada, si venías con la sirena apagada y pasaste en rojo?”. Avergonzada, la ambulancia pide mil disculpas y reconoce su error. Cuando llega la policía, ambas dicen “aquí no ha pasado nada, oficial”. No han reparado en que los conductores de ambas están muertos, uno por aquí, el otro por allá.

Colaboración

A mi mujer se le ocurre una historia. Ella dice: “Che, se me ocurrió una historia. Te la cuento, puede que te sirva”. Y arranca: “Esta tarde iba en el auto y en una de esas miro por el espejo retrovisor y veo a Cristo manejando un auto negro, creo que era uno de esos coches fúnebres. Parecía que me miraba el Cristo ese; digo Cristo porque era igual al de la estampita que llevo en la billetera. Yo tampoco podía dejar de mirarlo, casi choco por eso. Al final, antes de llegar a un semáforo, me pasa, me hace una seña y ahí de repente se me pone la vista en blanco. Paré como pude a un costado de la calle, lloré un buen rato y cuando terminé se me dio por persignarme”. La miro sin saber qué decirle pero le digo: “La verdad, no sé si me servirá; gracias igual”. Una vez más, le miento.