Azulunala

La niña señala hacia la vidriera donde entre tantos se destaca un libro con una tapa extraña. La madre le pide más precisión (hay muchos y están superpuestos desprolijamente). "Ese, ese color cenicienta", dice con un tono que denota que empieza a ponerse nerviosa. "¿Cómo color cenicienta?", indaga con sorpresa la madre. Enojada, la niña cambia abruptamente de planes. A los gritos le exige una muñeca azulunala.

Pasito para atrás

Donde debería colgar un manoseado crucifijo o un banderín de Boca Juniors cuelga un osito desteñido por los años y el smog, con una dedicatoria igualmente cursi. No hay pasajero que no le reclame que lo saque de una buena vez y lo remplace, al menos, por otro peluche. El tiene un explicación que de tan pueril conmueve: "Es lo único que gané en mi puta vida...". Y antes de que se le pregunte cuándo, dónde, su vozarrón reclama una vez más "un pasito para atrás".

Plan Ves

Ves, los cuerpos son la contraseña malversada, espejos limpios en los baños sucios. Huellas digitales en un colchón de segunda mano. Ves, en la coartada también hay mesas vacías, meseras vacías, mujeres llenas de odio y remedios, jadeos como piedras preciosas. Ves, los poetas rusos ya no van al cielo en pantalones, no viajan en trenes verticales ni se oxidan en primavera. Máquinas de escribir les dicen pero son apenas la media vuelta de la llave. Girasoles que no giran. Ves, la boca no es redonda como tampoco es lunar ese animal esquivo en el escote de la gitana. La que habla como canta, esa rabiosa pluma desbocada. Ves, el plan termina como empezaba: en nada.