Tuerca & tornillo

Trazo líneas imaginarias, límites arbitrarios. Esto queda, esto se va. Vacío la papelera a cada rato y siempre algo queda. A lo Goebbels. De ese efecto residual, de ese numen indefinible extraigo lo que a falta de palabra más precisa defino como memoria. Ese artesanal trabajo de armado, símil al de la foto de esos LCD ensamblados en Ushuaia, da por resultado una antología de momentos personales donde el corazón, su materia prima, juega un rol particular como de tuerca y tornillo, llave y picaporte, algo por el estilo. Sólo así es posible hacer esto: acostarme, mirar al techo y arrancar con un zapping de recuerdos. En ese espejo roto hay una astilla para ella. Le veo apenas la boca. Alcanza.

Hielo negro

Sería tranquilizador decir que lo había soñado, pero no, lo que había encontrado en el freezer era hielo negro. La imagen fue lo suficientemente fuerte como para cerrar la heladera de golpe y volverla abrir como si en esa segunda ocasión se disipara una primera impresión equivocada, una ilusión óptica pasible de ser corregida. No. El hielo negro seguía ahí. No se animó a tocarlo; lo contempló un largo rato y se decidió por lo más simple, quizás lo único al alcance de su mano: cambiar la heladera.

Barza

Al adolescente que va con la cabeza recostada en la ventanilla del micro la bala le roza la visera de su gorra wachiturra. Lleva puesta una camiseta del Barcelona, con el 10 de Messi en la espalda. No es consciente de lo que acaba de pasar hasta que ve cómo se desploma una mujer en el pasillo. Sabe que es su día de suerte, el primer día del resto de sus días, pero esa mujer es su madre y alguien tiene que gritar, pedir ayuda, llorarla.