Los ojos de Moe

Lo descubrió de casualidad mi mujer en una película muy mala; creo que se llamaba “Blancanieves y los Tres Chiflados”, pero no estoy muy seguro. Fue un domingo, de eso no tengo dudas porque estábamos almorzando pastas en lo de mis suegros. Será porque habíamos pasado toda una vida viéndolos en blanco y negro que, prácticamente gritando, ella me dice con el tenedor suspendido en el aire: “¡Mirá, Moe tenía ojos celestes!”. Si hay algo en lo que jamás me hubiera detenido, pienso y se lo digo, es en los ojos de Moe. En el color de los ojos de Moe. Reconozco que en ese momento yo estaba más atento en escucharlos en su inglés original; a mí, la verdad, me siguen gustando más doblados al castellano, no sé, será la costumbre. Cómo son las cosas, en mi biblioteca debe haber no menos de cinco biografías de los Tres Chiflados, las cuales he leído de punta a punta, y ahora vengo a descubrir que Harry Moses Horwitz, el tirano de flequillo, el rey de los piquetes, tenía ojos claros. Mientras recoge los platos sucios de la mesa, mi suegra, confesa seguidora de Los Hermanos Marx, intenta aportar algo acerca de la morfología de los rulos de Larry, pero después de aquel hallazgo a quién podría importarle eso.