Asociación libre
Los sedentarios
Fluir
Teje, para no morirse teje. Con frenesí cruza las agujas como espadas en un duelo con sí misma o como un cuchillo y un tenedor que pugnaran por un trozo de la carne de una vaca sagrada. Tiene 80 pero también 40 o 93 o 101. Teje porque tejer es como escribir, escribió años ha en un pulover con colores de otro mundo. "Todo es cuestión de ritmo, de fluir como en una pesadilla con final abierto", enseña sin pizarrón a quien guste oír su asordinada letanía. Ahora que muere, que su orquesta de lana se viene abajo, en la bufanda negra sin terminar puede leerse con caligrafía de bruma que esta vez será Penélope la que oville el viaje, la que teja historias de un solo ojo y seduzca a las sirenas con el nudo ciego de su silencio.
Cosas mínimas
Tus cactus
Como cuando era chica, frena la sangre del pinchazo chupándose el dedo. Esa minúscula herida se la debe a su nuevo hobbie: coleccionar cactus. El primero, recuerda, lo trajo de San Luis, de las orillas del río; el segundo, lo heredó de su madre, cuando la mudaron a un geriátrico. Después, gracias a un dato clave de tuscactus.com, ya no paró de sumar ejemplares de todo el mundo. Al principio los ubicaba en lugares estratégicos de la casa: rincones, huecos, ventanas. Sin embargo, al tiempo esa pasión se transformó en un incómodo problema. La biblioteca, la mesada de la cocina, el botiquín del baño, los pasillos, la mesa de luz, fueron prácticamente tomados por las más extrañas variedades de cactáceas. El día que él llegó más tarde que de costumbre, se metió en la cama sin prender la luz y al intentar abrazarla sintió millones de agujas atravesándole el cuerpo, ella se dio cuenta de que había ido demasiado lejos. Quizá tanto como un Gymnocalycium o una Mammillaria.