Cereza D.

V. es Cereza D. La llamo así en la intimidad, en esas noches en que a falta de velas abrimos las ventanas y dejamos entrar de un solo trago las luces de la ciudad. A ella le gusta contarme historias, casi siempre inventadas y poco plausibles, pero tiene un talento especial para narrarlas, con un estilo potenciado por la forma de respirar cada palabra, o por esa ronquera leve y definitiva que le acentuó el cigarrillo. Cereza D. cree que me cuenta, sin saber que soy yo quien la está contando y haciéndola cierta en mis sábanas de había otra vez.

Ala una, alas dos

El auténtico pájaro capicúa vuela de atrás hacia adelante. Y viceversa. A veces el viento lo rebobina como a un viejo caset y su sombra termina donde todo empezó: en el umbral de un árbol que de tan imaginario aún no existe o ya se voló a su cielo de jaula eternamente abierta.