Hotel Scarlett

Mil veces le escuché decir que nunca llevaría un diario. Le parecía una concesión al estereotipo del escritor, un exceso de la intimidad. De animarse, de saltar su prejuicio podría escribir lo que apunta ahora en el café en un papel cualquiera y que luego tira no sin algo de culpa. La mujer de la mesa de al lado lo intuye y recoge disimuladamente el papel. Lee: “La soñé como un hotel. Me hospedé en ella, comí con ella, me bañé en ella. Cogí con ella. Tenía para un día y me quedé cinco. No salí ni diez minutos para estar siempre dentro de ella. Vacié mi valija para poder llenarla toda de ella. Su perfume aún me acompaña. Está en mi ropa, en mis libros. En lo queda de ella”. La mujer que lee tiembla como una hoja. Piensa que esa gota de sangre en el papel no tiene nada de romántico.