Piensa el que mira

Hacia la montaña el cielo se avizora más oscuro y por la tormenta que lo va ganando en su hambre parece un enloquecido electroencefalograma, con afiebrados rayos que dibujan un paisaje abstracto en el horizonte. Las ventanas, piensa el que mira, sirven para dar fe de cómo la naturaleza también lanza pedidos de auxilio en clave. Si tuviera algún talento para el dibujo intentaría captar esta maravilla que se esfuma; la atraparía para decorar mi mejor pesadilla. Lo escribo sabiendo que me quedo a mitad de camino. Esta foto verbal no le hará debida justicia. Mi mano izquierda es una antena de lana, una cámara con lente de palo, nunca el garfio de la belleza o la sabiduría. Ese último rayo, en cambio, lo guardo para ella en mi oído. "Escuchalo en tu almohada de nieve", le susurro antes de cerrarle la ventana y la boca. En ese orden.