Me suena

Un trapecista haciendo equilibrio en un hilo dental. Esa fue la imagen más exacta que se le ocurrió para justificar por qué en un descuido de los que estábamos en el cumpleaños huyó hacia la terraza del edificio y una vez en la cornisa miró la calle con más hambre que sed, buscando una mano abierta que lo invitara a una contrafiesta. A una cena con su corazón jibarizado como único menú. En el preciso momento en que su cuerpo se abandonaba a la inercia y de su lengua muerta colgaba una última palabra, justo ahí sonó el teléfono. ¿Ella?