La misión

Amanece en Ucrania. Ana y yo tomamos el café helado porque hoy tampoco hay gas y afuera sigue nevando. Los dientes nos castañean y si bien es cierto que con guantes se hace muy complicado escribir no nos queda otra que terminar lo que empezamos. A cuatro manos seguimos dándole forma a la Biblia de Palíndromos. Nos quedan apenas quince páginas para cumplir la misión. Si pudimos con el Atlas de los Anagramas no veo por qué no podremos lograr otra vez el objetivo. Por eso nos gusta pensar que somos un auténtico par de deportistas de la palabra, un dúo que se niega a sonar en estéreo. De a ratos solemos miramos para darnos aliento. Lo hacemos en silencio, sobreentendiendo lo que ya sabemos. “Peor sería trabajar”, leo sin esfuerzo en los ojos de Ana, que ahora prefiere perderse en una bufanda hasta el próximo capítulo.