El índice

Qué iba a saber que lo estaban matando. Siempre escuchaba la música al máximo. Ese día también. Es más, me acuerdo que era un disco muy viejo de King Crimson, probablemente Lizard. Por lo que pasó, digo las catorce puñaladas, el libro de Boris Vian esparcido por todo el cuerpo, la inscripción en francés sobre un cuadro de un pintor ignoto, no fue el modus operandi de un asesino convencional. Tampoco se trató de un robo, ni siquiera le llevaron el reloj, uno de esos caros que se ven en la publicidad de Visa. Lo que más extrañó, sin embargo, fue su índice señalando hacia la pared. Allí tal vez se encuentre la clave. Lo que ahora tienen que determinar los investigadores es si lo señalado es un número en la guía telefónica, la antigua foto familiar en blanco y negro o ese cigarrillo a medio fumar con los labios marcados. Unos labios que debo admitir conozco muy bien.