A la Madonna

Ya no es un secreto, apenas un misterio para un puñado de incómodos creyentes. Desde hace tres días la Virgen del Agua se corporiza en los espejos de uno de los baños del Shopping. Quien la ha visto dice que no se puede dejar de mirarla, que te entra una sed desconocida y no hay líquido conocido o por conocer que libere de ese gusto amargo que se instala en las bocas. A otros les produce un guiño permanente en un ojo, cuyo antídoto más efectivo es correr al cine y ver tres películas de corrido. Dirán que no es más que una pobre versión del teléfono descompuesto, pero el otro día -el de la tormenta con vibrato- a la muy virgen se le dibujó una sugestiva sonrisa y de golpe comenzó a granizar sólo en el baño. Antes del sefiní místico, alguien logró contar que la insípida madonna se valió de esas minúsculas piedras para dejar escrito un mensaje. Lamentablemente hay que decir que un escéptico del sector Limpieza se apuró a borrarlo. De no creer.