Los dos lados

Lejana, apenas audible, la música llega como un aroma más hasta su mesa. Le suena conocida pero no está del todo seguro de quién se trata. Intenta concentrarse en lo que le está contando su mujer, sin embargo ya está muy lejos de allí, revisando de memoria sus discos. De pronto, se acuerda. “¡Hayden!”, grita al mismo tiempo que vuelca el vaso de vino sobre el vestido que ella está estrenando. Sin decir palabra, la mujer se levanta, camina hacia el mozo y le susurra algo al oído. El hombre asiente con la cabeza, va hacia la cocina, busca algo que esconde con disimulo y vuelve con paso firme a la mesa de la pareja. Clavándole la mirada a él, le lanza furioso: “¡Usted no puede confundir Hayden con Liszt!”, y con el cuchillo más contundente que encontró le parte el cráneo en dos. Ahora su cabeza tiene un lado A y un lado B como sus primeros discos de Mozart.