El Señor

El predicador se para frente a la puerta y duda si tocar el timbre o golpear. Golpea con timidez. Dos veces. Cuando la mujer se asoma y está por decir, con su estudiado tono amable pero cortante, "disculpe, somos católicos", el hombre abre ceremoniosamente su maletín, saca una armónica y toca una melodía de Tools Thielemans. Extasiada, la mujer lo invita a entrar. Una vez adentro, el predicador revuelve el café y le dice con una sonrisa sincera, "viste, Dios es una música que entra por cualquier parte".