Tres
zapatos habían dejado en su puerta. O sobraba uno, o faltaba uno. No pensó si
le calzarían bien ni quién los había dejado allí. Lo obsesionaba determinar si
faltaba o sobraba un zapato. En eso estaba cuando pasó un hombre con muletas.
Rápido de reflejos, solucionó su problema: le obsequió a aquel desconocido el
zapato sin par.