Drama callejero

Parado, aburrido, haciendo cola para sacar sus últimos Roca del cajero automático, ve pasar a dos chicas de entre 20 y 30 años y un tipo de unos 50 largos, caracterizados para una obra clásica infantil. Van repartiendo volantes y sonrisas a diestra y siniestra, invitando a los niños y a sus padres a ver la función de esa noche en un teatrito ubicado donde termina la calle principal. Los veo cruzar por la senda peatonal y como en un sueño o la escena lisérgica de una serie de Disney, veo que ese auto que acaba de frenar en realidad no lo hizo y los atropella. Ahora los veo volar aparatosamente y caer mezclados con los volantes; sus rostros se retuercen casi en cámara lenta. Espantoso pero demasiado real. Una niña corre a socorrer a la Princesa, que tiene sangre en sus comisuras, su padre auxilia al Capitan Garfield y una mujer con pinta de abuela buena atiende como puede a la joven pirata. La escena es bizarra, tanto que la mayoría de los curiosos interpreta que se trata de otra obra callejera, un poco más realista y dramática que de costumbre, y aplauden con fervor. Al final, no hay quien no deje un puñado de monedas en el maltrecho sombrero del Capitán.