Yoko estuvo por aquí

La bolsa es negra, de esas de consorcio. Donde podrían haber ido a parar latas, restos de comida, hojas, por qué no un cadáver bien parecido, sólo hay piedras. Muchas piedras. Se ven con claridad porque la bolsa, arrojada en una acequia, está rota de punta a punta. La lluvia que empieza a caer a esta hora de la tarde produce un extraño efecto sobre las piedras. Perfectamente podría tratarse de una instalación; quizás lo sería de contar con un título. El arte acaba de abrirme una puerta inesperada: pienso “Yoko estuvo por aquí”.