Lo de Ocampo

En el jardín de las hermanas Ocampo un cactus de origen mexicano acaba de abrirse junto a la misma pared blanca donde el sol de abril se permite un exiguo descanso. Una mariposa queda atrapada, en realidad atravesada en una espina, mientras adentro de la casa departen fogosamente unos veinte escritores. Hoy, extrañamente, nadie ha salido a fumar o a respirar un poco de aire puro. En consecuencia, ninguno habrá de toparse accidentalmente con la mariposa en el cactus. La poesía, como el amor, confirma que es elusiva por naturaleza. Con la noche, los escribas parten uno a uno hacia donde la ciudad les reserva un anaquel, una copa y una cama. Todos se van, incluso el cactus. Volando.