Todo de negro

Ir en tren era lo último que había pensado cuando recibió ese llamado. Pero ahí estaba, con un libro en las manos que no lograba decidirse a leer y mirando por la ventanilla una sucesión de árboles, vacas y casas. Lo único que logró alterar la monotonía de ese paisaje en movimiento fue un espantapájaros vestido todo de negro. Ahora, cada vez que recuerda su rostro, le vuelve aquella aterradora sensación. El ominoso muñeco tenía la cara de su padre, la misma cara que puso cuando la policía le dijo que debía llevarlo detenido. Lo acusaban de un crimen que él habría de negar hasta el día de su propia muerte. Agitado por lo que acababa de ver, corrió la cortina y sin convicción abrió el libro. Por suerte, estaba todo en blanco.