Que no, que gracias

Es un regalo. Te juro que es un regalo. No tengás miedo, es para vos”. Y yo, que no lo conocía, que nunca recibí nada de un extraño, lo miré a los ojos para decirle que no, que gracias, pero él ya se había ido, dejando su cuerpo ahí, vacío, para que yo pusiera mi oído en su corazón aún en ritmo y al cerrar los ojos viera con los suyos eso para lo que, a falta de palabras o definición más certera, nunca dudé en llamar regalo.