Cuidado con

Las escaleras hablan. Lo supe al bajar. Lo comprobé al subir. Hablan y no con cualquiera. Mucho menos con ascensores o cortinas. A mí, por ejemplo, me contaron la historia de un fantasma que de día duerme en los floreros y de noche se acuesta con las mujeres casadas del edificio. Por lo cual deduzco que un fantasma no se diferencia demasiado de una escalera; ambos no son ni parecen.