Materia prima

Escribir un cuento es ponerse una media. Es decir, el mecanismo funciona así. La media puede ser propia o ajena. Ella es el tema, la punta del ovillo hurtado a un gato suicida. A partir de esa modesta prenda la trama desanda el camino entre la media perdida y la media encontrada. Esta puede pertenecer al hombre que huyó apurado de la casa de su amante o haber caído de la cesta con ropa sucia que esa -u otra- mujer lleva con desgano a un laverap. El hombre sería un funcionario de la aduana o un sociólogo desocupado. La mujer, empleada de una óptica, una farmacia, o top model retirada. Entre ellos hay una ligazón que es parte de la trama tanto como lo es esa media que ni ella ni él reconocen pero que tarde o temprano habrán de ponerse para que la historia cierre aquí. O dentro de un zapato olvidado bajo la cama.