Las campanas también

Cementerio inglés. Un matrimonio de turistas, hoja de ruta en mano, camina lento por una calle angosta. Comparten el paraguas porque llueve fino. El se agacha en una tumba cualquiera para sacar una rosa y cae pesadamente. Un paro cardíaco, fulminante, lo deja con los ojos abiertos mirando fijo cómo cae la lluvia. Ella grita, nadie parece escucharla a pesar de que se divisan sombras en unas bóvedas cercanas. Aparece un perro. No es cualquiera, es el que tuvo de niña. Agitada, lo sigue hasta una lápida que verá por primera y única vez. Allí lee su nombre y ahora es ella quien cae. La lluvia se detiene en ese preciso instante. Su mano aferra la rosa usurpada. El perro, sin luna ni cadena, ladra tres veces. Las campanas también, también, también.