Alguien con su nombre

Tipeé su nombre en el buscador de Google. Aparecieron no menos de veinte personas con su mismo nombre. Recuerdo especialmente a una cantante peruana; a una astróloga salteña radicada en Madrid; a una gimnasta adolescente del Ecuador; y si no me equivoco, a una cotizada top model portorriqueña. Hacía años que no tenía ninguna noticia sobre ella (la original, por decirlo de algún modo), por lo que ella bien podría haber sido cualquiera de las otras con su mismo nombre. Para el caso, dio lo mismo. Razón más que suficiente para optar por la astróloga salteña radicada en Madrid. Sí, ya sé, cualquiera de mis amigos se hubiera quedado con la top model, pero los acuarianos somos así; o erramos abiertamente en la elección o lo que elegimos es lo contraindicado por la comunidad astral. Y si no, pregúntenle a ella, que ahora debe estar frente a una pantalla tipeando mi nombre. Siempre buscando en vano, típico de las arianas.


Poema explicado (la testigo)

Dice Laura: yo no entiendo la poesía, no me gusta, no me llega. La siento muy artificial. Digo yo: no pienso convencerte, no me interesa; allá vos. Prefiero explicarte mi último poema. Es de manual, un poema no se explica, pero lo voy a hacer por única vez. Se llama La testigo y habla de una estatua viviente que trabaja en la peatonal haciendo lo suyo; es decir, quedarse quieta, sin mover un músculo ni mostrar ningún rasgo de humanidad. Extraño arte, pero arte al fin.
A pocos metros, una mujer cae (¿un balazo? ¿un culatazo? No se sabe bien), su cabeza golpea sobre el piso, hace un ruido imposible de olvidar. Un hombre escapa corriendo; tiene una inconfundible cicatriz tumbera y le faltan algunos dientes. La sangre de la mujer ha formado un pequeño charco del cual se abren ramificaciones, como ríos vistos desde un edificio muy alto. La mujer estatua ha visto todo, pero nadie le pregunta, nadie la puede ver como lo que es: la testigo más cercana a la muerte de la mujer. Y ella tampoco dice nada, siente que olvidó las palabras. Quiere gritar y el cemento de su boca se lo impide. El espanto la ha dejado muda. Como una estatua, después de todo.