Nuestro nushu

Con la muerte de Yan Huanyi se fue la última china que hablaba el nushu, un idioma con más de cuatrocientos años que solamente entendían las mujeres de Jiang yong. Agradezco que ni siquiera la globalización les permitiera a mi mujer y a mi suegra conocer el nushu; sin embargo, caras de una misma moneda, se las ingenian para hablar en clave delante de mí, como las gitanas cuando suben a un micro y a los gritos, estridentes como los colores de sus larguísimas polleras, se comunican dejando al resto afuera de su sonoro secreto. No se ha demostrado aún cómo es posible que los ojos de las madres digan tanto. Una mirada materna codifica los misterios y las verdades de la vida de tal manera que ni el mejor filólogo podría saber qué hay allí donde los hombres no vemos más que unos ojos dulces ocultando sutiles candados. Mi mujer y mi suegra lo saben de sobra; explotan con sabiduría esa versión autóctona del nushu. Puede que ahora estén criticando en mi cara que hace más de una semana que no me afeito o que mis kilos de más deberían empezar a preocuparme. O quizás estén asegurando que escribir no es un trabajo digno, no al menos lo que esperaban de mí. La aparición en escena de mi suegro con un vaso del mejor malbec me saca de tanta elucubración y me devuelve a este domingo soleado de asado y pileta. Nuestro nushu es mucho más prosaico: hablar de fútbol, de mujeres o de cómo mentir con oficio en el truco es un idioma que ellas nunca entenderán. Chino básico.



Y E también

Dos mujeres se miran todo el tiempo en el pasillo del tren. Dos hombres se ignoran en un bar cualquiera. Un extraño y finísimo hilo -sólo adjudicable al azar- conecta ambas situaciones. Existe una quinta persona cuya identidad no nos es revelada, ni siquiera a través de la borra del café. Este último personaje se mantiene a cierta distancia de aquellas mujeres y aquellos hombres. Tiene en claro su objetivo, la razón de estar ahí. Ninguno de los cuatro (dos hombres, dos mujeres), ha advertido su fantasmal presencia. De lo contrario, su estrategia daría por tierra y a decir verdad no cuenta con un plan B para salir del paso. Para clarificar la situación, las mujeres serán identificadas como A y B, y los hombres como C y D. El restante, el intruso o el quinto -que bien podríamos llamar E- capta ahora una lágrima en el rostro de A y un rictus de alegría en B. A su vez, C y D se saludan por casualidad. En apenas 30 segundos, las primeras imágenes (dos mujeres mirándose, dos hombres ignorándose) se tornan opuestas (dos hombres saludándose, dos mujeres ignorándose). En sí, no son más que simples fotogramas de esa película que ni ellos ni nosotros llegaremos a ver. Una de esas estúpidas historias sin estreno que el intruso -que para el caso daría igual que fuera F o Z- podría seguir filmando a nuestras espaldas; siempre en las sombras, como un torpe asesino que daría su vida por protagonizar un thriller tan previsible como la muerte de A, B, C o D.