Créanme

No es un árbol más, aunque nueve de cada diez que pasan frente a él podrían afirmarlo a ciegas. Ayer, de ese árbol que no es uno más colgaba un pibe de unos veinte años. Para el que desconozca este dato no menor, claro que es un árbol común y corriente, el generoso refugio para el vendedor de helados o para la prostituta que transita la zona con paso firme. Para los que vimos esos ojos abiertos como quien se topa con un fantasma, siempre será el árbol del suicida. De ahora en más, cada vez que caigan sus hojas sabremos que ha llegado el otoño a desnudar al muerto. Cuando vean cómo pende de una rama su vapuleado corazón recién ahí sabrán que no miento. Les laterá más fuerte que nunca, créanme.