Propiedad horizontal

Era mejor cuando no teníamos sommier. Hacíamos el amor a capela y la madera crujía tiernamente, dócil aun en su desmadrado vaivén. En esas noches sentíamos que algo más allá de los cuerpos –llamale energía, mística, simple vibración- se activaba natural entre clavo y clavo. Salvaje, una música orgánica irrumpía desde la fricción in crescendo. Hasta que esa música dejó de sonar. ¡Claro que era mejor cuando no teníamos sommier!, porque entonces todavía dormíamos juntos, soñábamos tête à tête. Ahora apenas si te veo, tan desnuda allá en la otra punta de esta pesadilla y con el silencio al medio como un tajo incómodo, llenándote donde yo ya no puedo.