La paradoja de Andrés T.

Conoció el miedo exactamente a los cuatro años. Fue en el cine, viendo una en blanco y negro de la que ni recuerda el nombre. De lo único que se acuerda con precisión es que gritó a la par de esa mujer a la que apuñalaban por la espalda mientras se duchaba. Del susto, Andrés T. se quedó sin habla por unas cuantas horas. Eso se lo contó su madre y se lo recuerdan sus hermanos cada vez que lo quieren hacer enojar. La terapia que se autoimpuso -no ir al cine ni siquiera con sus novias- se extendió varios años. Apenas se permitía ver en la de tele películas de perros (sus preferidas) y siempre en su casa, rodeado de gente. Una vez superado el trauma (para lo cual reconoce no poder determinar una fecha exacta), Andrés T. ingresó a la Escuela de Cine, se recibió con honores, se casó con la actriz que protagonizó su primer corto y hoy todos sus films tienen una particularidad que a todas luces define su estilo: son de humor pero siempre mueren niños.