Fue él

Adonde va lleva un pequeño lápiz negro, herencia de su padrino carpintero. No es porque crea en ese lugar común de la inspiración, tan sólo trata de que en cualquiera de sus lecturas (jamás sale sin un libro, mucho menos si va a pagar impuestos) no se le escape una frase memorable, un fragmento maravilloso que con el tiempo no pueda redescubrir. Para su sorpresa, con los años ese minúsculo trozo de madera ha ido tomando vida a punto tal de tomarse la confianza de hacer sus propias marcas, dejar arbitrarias anotaciones al margen, reflexionar sobre determinado texto y hasta sugerir temas para poemas, cuentos y notas periodísticas. Por precaución –su mujer dirá que es no otra cosa que pánico– lo ha dejado confinado al rincón más lejano de su mesa de luz, no lo suficientemente oculto como para evitar que a mitad de la noche escriba en la libreta de apuntes: “Me voy, no me busques. La historia que pensabas escribir seguirá siendo mía”.