Cumbia para mí

Para dejar de pensar en ella pienso que ella ya no piensa en mí, que prefiere seguir distrayéndose en fiestas electrónicas y escribiendo su vida en un diario sin pretensiones literarias. Después de largos años hoy saqué la guitarra del estuche para ponerme a cantar tangos tristísimos, siempre con acordes menores para soltar alguna puta lágrima. Si Mozart ni Spinetta no logran conmoverme lo suficiente, me digo que ése no debo ser yo. Pero canto, medio borracho canto como Whitman en la colina. Como un negro que cosecha algodón en un campo de soja. Canto Ella ya me olvidó y recién entonces puedo llorar un poco y romper la guitarra contra la cama y repetirme que ella, definitivamente, ya me olvidó. Antes de irme a dormir solo, beso su foto como si fuera una estampita de Santa Catalina y me hago una promesa, la última: de ahora en más, la vida será una cumbia para mí.