Sabrina

"Toda la noche bailé con una lesbiana". Me lo cuenta mientras tomamos el café de todos los días, sabiendo que lo que en boca de cualquier otro sonaría como un auténtico perdedor, en la de él se escucha apenas como un capítulo más del reciente separado que sólo busca alcohol, serpentina y sexo sin explicaciones. El, que es de los que todavía se enamoran, ¿por qué iba a hacer una excepción con una lesbiana? Será por eso que me cuenta frunciendo el ceño que no le hizo ninguna gracia cuando una amiga se puso entre los dos y la besó con furia, le mordió la oreja sin dejar de mirarlo para terminar pasándose de boca a boca el trago que ya podrán imaginar quien pagó. Lejos de resignarse, él manoteó al primer tipo que iba pasando y lo besó violentamente. El otro, tocado en su hombría, le pegó una piña que lo dejó improvisando un ridículo break dance en el piso del pub.
Ella, como era de esperar, se rió en su cara, pero sorprendiendo a todos -en especial a la amiga del beso y la copa- le tendió su mano para ayudarlo a levantarse, lo besó con un larguísimo beso y por último le susurró algo al oído.
Hasta ahora, digo en más de diez años de amistad, es la primera vez que me mezquina un detalle. De tanto que nos conocemos, él y yo sabemos que tengo que hacerle la inevitable pregunta "Y, ¿qué te dijo?". Incómodo, cambia de tema y después de un largo silencio prende un cigarrillo, vacía el pocillo de café y me dice: "¿Sabías que mi mamá quería llamarme Sabrina?".