Hasta mañana

Cuando logro sortear las madreselvas del insomnio y el sueño por fin se me aparece descalzo, recién bañado, listo para meterse en mí, detrás de mis ojos irrumpe la indeseable señal de ajuste. El recurso desesperado al que apelo es pedirle a mi mujer que por un momento, unos segundos apenas, se distraiga de darle de comer a los peces y a los niños, busque el control remoto enredado en su corpiño y me apague sin lástima. Coincidimos: dormido soy encantador, uno de esos tipos que son capaces de robar una flor y pagarla. Pero sépanlo, también puedo ser el peor; ese que le esconde el piano a Sam para que no toque en toda la noche y así mi insomnio pueda invitarlo a una copa tras otra hasta perderme de vista. Sólo hasta mañana.