Caracoles muertos
Escribe desde la cárcel. Elije la radio porque escuchar todos los días el mismo programa es lo más parecido a abrirse una ventana. No es la primera vez que manda unas líneas para después escucharlas en esa voz que logra el milagro de acallar a la de su diablo guardián. Generalmente lo hace para contar que se siente solo, que extraña a su chica y a los pibes del barrio. Que ahí adentro sólo piensa en afuera. O que los días pasan como caracoles muertos. Hoy, sin embargo, escribió unas pocas palabras. Lo que perturba, lo que es complicado e incómodo de leer es esa parte donde la letra de pronto se torna temblorosa para decir “hasta acá llego”. El que lee se frena con el punto final del preso y pide, casi exige al operador, una bocanada de música; agua virtual para salir del paso y del aire. Se escucha Kafkanueces, la cumbia electrónica del momento. Para los que creen haber oído una suerte de despedida, esta música les suena más triste que un documental de botellas al mar varadas en la arena. Y con caracoles muertos.