La muerte, ese electrodoméstico
Abre la puerta de la heladera y su luz lo enceguece. Escucha una voz que le dice entrá, no tengás miedo. Obedece como cuando su madre le decía no comás eso, te va a hacer mal. Una vez adentro reconoce el vientre materno. Y llora. Llora como si estuviera a punto de nacer otra vez. La voz, fácilmente reconocible, ahora le pide que salga, que afuera lo esperan. Al cabo de un tiempo entiende, o cree entender, que aquella luz de la heladera no fue otra cosa que la del trillado túnel que dicen haber visto quienes estuvieron entre la vida y la muerte. El no se hubiera permitido semejante lugar común. Cierra la heladera.