Fui a los mapas ajados, amarillentos, que guardaba
celosamente en un tarro dentro de una habitación a la que iban a parar los
trastos viejos y todo aquello que incomoda, en especial cuando llegan visitas.
Busqué y busqué sin encontrar lo que buscaba. Mi pasado es un lugar al que no
detecta ningún GPS. Tendré que escribirlo. Darle forma como a esas esculturas
de hielo que al cabo de unas horas son historia. En un mapa de agua puede que
aparezcan las pistas de lo que la memoria enterró en una parte de mí que no logro
hallar. La búsqueda del tesoro comienza con la primera palabra: dónde.