“¡No pisen al perro!, ¡no pisen al perro!”,
grita desesperada una chica de no más de 15 años. La gente que sube apresurada
al micro mira para abajo o se frena de golpe por si acaso, pero no frena su
marcha. Y ella grita cada vez más fuerte “¡no pisen al perro!, ¡no pisen al
perro!”. Alertado por los gritos, un policía se acerca a ver qué pasa. Por el
lugar circula mucha gente, lo de todos los días. Es hora pico y es tal el ir y
venir de chicos de la escuela que el policía fácilmente le pierde el rastro. Es
evidente que nadie parece haber visto al perro pero por las dudas evitan
pisarlo. Al cabo de un par de horas, cuando todos se han ido, la chica ladra
agradecida junto a las ruedas de los autos.