Colaboración
A mi mujer se le ocurre una historia. Ella dice: “Che, se me ocurrió una historia. Te la cuento, puede que te sirva”. Y arranca: “Esta tarde iba en el auto y en una de esas miro por el espejo retrovisor y veo a Cristo manejando un auto negro, creo que era uno de esos coches fúnebres. Parecía que me miraba el Cristo ese; digo Cristo porque era igual al de la estampita que llevo en la billetera. Yo tampoco podía dejar de mirarlo, casi choco por eso. Al final, antes de llegar a un semáforo, me pasa, me hace una seña y ahí de repente se me pone la vista en blanco. Paré como pude a un costado de la calle, lloré un buen rato y cuando terminé se me dio por persignarme”. La miro sin saber qué decirle pero le digo: “La verdad, no sé si me servirá; gracias igual”. Una vez más, le miento.