Plan canje
Un gato negro por uno blanco. El trueque, la simple transacción, a priori no representaba ninguna ventaja para Isabel. En cambio para Miguel, su vecino de enfrente, era lo más cercano a la salvación, un simbólico respiro en su vida laboral (era creativo publicitario en una empresa con base en Madrid). A Isabel le daba lo mismo, después de todo alguna vez perteneció a su ex novio y sin esperarlo se quedó con ella como si hubiera sido parte de una meditada división de bienes. Agradecido, Miguel se llevó el gato blanco y apenas entró en su departamento sintió una desconocida sensación de paz. Lo dejó subir al sillón al que el negro nunca pudo acceder y fue por un poco de leche para hacerle más amable la bienvenida. Cuando volvió al living, el gato ya no estaba. No se desesperó, pensó que estaría en pleno reconocimiento de su nuevo hogar. Lo buscó sólo con la mirada y cuando lo encontró comprendió que había sido un error, un gran error haber hecho el canje con Isabel. Asomado a la ventana de ese cuarto piso, no dejaba de ladrarle a todo lo que se moviera: autos, palomas, niños, gatos negros.