El trato
Fue hasta la cajita que guardaba en un lugar poco accesible para cualquiera que no fuera él y la sacó con especial cuidado, consciente de su habitual torpeza con las manos. Antes de volver a donde lo esperaban, se sentó en la cama y lloró como no lo hacía desde niño. En sus manos, lo que debía entregar quemaba como un anillo caliente. Las voces de los otros le llegaban cada vez más cercanas; delataban los nervios compartidos y dejaba aún más claro que ya no quedaba tiempo. Había que entregarlo para intentar al menos volver a llevar una vida normal, aunque todos supieran que eso sería casi imposible. Tomó coraje, se levantó decidido y fue hacia la cocina donde lo aguardaban de pie. Eso que a su pesar debía entregar iba aferrado en su puño. No hizo falta decir nada, sólo se miraron unos segundos hasta que bajaron la vista dando por cerrado el trato y como llegaron, se fueron: murmurando en aquel idioma de infancia. Ya solo, el vacío recuperó cada rincón de la casa. Un previsible tsunami de silencio fue barriendo todo a su paso y lo arrojó desprevenido sobre su cama. Desde allí vio en cámara lenta como las fotos de su vida se acomodaban una a una en el techo e iban dando forma a otra versión de su historia. Ni más feliz ni más tranquila. Simplemente, otra.