Muy muy tan tan
Me dice "hoy no tengo ganas de cocinar, vamos a comer afuera". Con esa carita que me pone, no puedo decirle que no, que ando sin un peso y la tarjeta ya es un chicle que perdió el gusto. La llevo a un restorán ni muy muy ni tan tan, sabiendo que igual quedará contenta. Pedimos la carta y ella elige lo de siempre (pastas), en cambio yo me propongo salirme de lo acostumbrado y la despisto pidiendo unas rabas. Elijo un buen vino, no muy caro, pero sin dudas un buen cabernet sauvignon. Una hora después, llega el mozo con la cuenta y yo amago a sacar la billetera. Ella me frena con un oportuno "¡pará!". No cabe duda de que me quiere invitar ella, algo que -debo admitir- no figuraba en mis planes. Con movimientos decididos busca su cartera, de pronto mira a ambos lados y mirándome a los ojos me propone: "A la cuenta de tres, corramos". Si no lo dije antes, tengo que decirlo ahora: ella siempre me sorprende. Y al mozo, ni qué hablar.