Las cinco verdades del sushi
Justo que iba a revelarme las cinco verdades del sushi suena el teléfono. Mi suegra para invitarme a su sábado de pastas. Con ella no hay excusas que valgan. Con tal de que no faltes a su mesa es capaz de mandarte un taxi a tu casa. Una vez agotado el intercambio de digresiones climáticas y familiares, vuelvo a la cocina donde Takido, mi amigo japonés, improvisa una cena con restos indefinidos hallados en mi heladera sin freezer. Lo que resulta es un regalo visual, una suerte de origamis comestibles que merecerían su cuarto de hora en una galería de arte. Sin darle las gracias por su gesto estético-culinario, le recuerdo lo del sushi inconcluso. Takido ni se inmuta. Mientras juega con su servilleta me contesta con una mirada tajeada que tanto dice “vamos a comer” como “he aquí mi obra”.