Teje, para no morirse teje. Con frenesí cruza las agujas como espadas en un duelo con sí misma o como un cuchillo y un tenedor que pugnaran por un trozo de la carne de una vaca sagrada. Tiene 80 pero también 40 o 93 o 101. Teje porque tejer es como escribir, escribió años ha en un pulover con colores de otro mundo. "Todo es cuestión de ritmo, de fluir como en una pesadilla con final abierto", enseña sin pizarrón a quien guste oír su asordinada letanía. Ahora que muere, que su orquesta de lana se viene abajo, en la bufanda negra sin terminar puede leerse con caligrafía de bruma que esta vez será Penélope la que oville el viaje, la que teja historias de un solo ojo y seduzca a las sirenas con el nudo ciego de su silencio.