Lo primero que piensa es que se trata de una gota de sangre. Cuando baja de la cama, se agacha y la toca le parece que es pintura pero nadie está pintando y en los últimos tres meses a la casa únicamente entró un electricista. Vive solo, no se le conoce mujer, amigos, padres, acreedores. Los vecinos saben de su sombra; apenas si han cruzado alguna mirada con él en las veredas o la parada del micro. Se diría que le temen, tanto que prefieren ignorarlo y seguir con sus vidas no menos opacas, igualmente olvidables. El no repara en esas conductas, está demasiado concentrado en pasar sus días buscando explicaciones a todo, deteniéndose en cosas mínimas, en detalles que sólo a él le importan. Ayer, en los cinco agujeros de un botón; hoy, en la mancha roja. Mañana será el espejo que habla o el agua que canta desde una canilla rota.