Aquellos ciegos que bailaban un vals en la oscuridad cuando nadie los veía, ahora caminan como borrachos por el borde de la rambla. Huelen el agua, mojan los pies como enviando un mensaje, y se ríen de las estrellas, de sus lugares comunes. Cuando empieza a llover, uno desnuda al otro con la precisión de los pájaros carpinteros; esperan que la noche les tatúe el secreto de la luz y los devuelva a su cama negra, a la almohada de sombras. A la noche dentro de la noche.