Siempre se rió de aquellos que tropiezan o se caen cuando van caminando por la calle. Ahora que está cayendo de un décimo piso también se ríe. Ellos, en cambio, se espantan. Y rezan. No para que se salve ese prescindible pedazo de carne (Rodolfo según el DNI triplicado) sino para que se le borre esa estúpida sonrisa.