Jesús es el yeti
Está escrito en el piso, junto al parquecito del Acceso. Me quedo un rato leyendo y pensando qué habrá querido decir con eso de “Jesús es el yeti”. Bajo este sol primaveral y el ruido de los autos, no logro concentrarme lo suficiente. Sigo mi caminata, cuidando de mirar cada tanto hacia atrás. No sería la primera vez que una extraña sombra se superponga a la mía. En esos casos, pareciera que un hielo se desliza lentamente por mi espalda. Por las dudas, esta vez me persigno con la derecha.