En tren de elegir, el exegeta de bigote anchoita destaca del inventor de caballos su obra más perfecta e imperecedera: el de calesita. Incansable, duro por fuera, tierno por dentro, ahí va, siempre dócil para conducir al niño por el ilimitado camino de los sueños. Ya quisiera igual destino el sobrevaluado dragón.