Cuando encontraron su cuerpo aún sonaba en la computadora el último disco de Library Tapes. Al detective Veracruz le llamó demasiado la atención esa música, al punto de desentenderse del resto del operativo y sentarse en un rincón a escuchar. Como siempre, tomó apuntes en su libreta de dos pesos y no se privó de alterar la escena del crimen sirviéndose un whisky en el vaso del muerto. Cuando se acercó el agente Benítez, una lágrima le cortaba la mejilla a Veracruz. "¿Qué pasa, jefe, lo conocía?", preguntó incómodo. "No, Benítez. Es... es esa música. ¿Quién puta no se va a pegar un tiro si está solo escuchándola, con esta lluvia de fondo y encima leyendo un libro de Sándor Márai?", disparó Veracruz apurando el último trago antes de apretar el stop y ocultar en un bolsillo de su perramus el CD de la evidencia.